Muere el escultor Anthony Caro, apóstol del hierro.
El artista británico falleció ayer, 23 de octubre, en New Malden, su ciudad natal.
En el ámbito de la escultura de la segunda mitad del siglo XX, el artista británico Anthony Caro, que falleció ayer en Surrey a los 89 años, demarcó pronto un territorio propio. Formó parte de esa genealogía de artistas metalúrgicos (David Smith, Julio González, Oteiza, Chillida, Richard Serra, Martín Chirino…) que conformaron una nueva galaxia del arte. Vivía muy a las afueras de ese safari manufacturado del negocio del arte, encerrado en su estudio de Camden Town.
Anduvo hasta el final trabajando en sus habituales piezas de gran formato, volcando en ellas un tonelaje de entusiasmo siempre rugiente. Desde su estudio observaba el panorama y regresaba al hierro, a ese mundo del material de derribo con el que levanta otra galaxia abierta, emocionada.
Los inicios de Anthony Caro en la escultura son inseparables de su experiencia en el taller de Henry Moore, donde entró de ayudante tras sus estudios en la Royal Academy of Arts de Londres. Y su madurez está enraizada, después, con las lecciones aprendidas de otro de los grandes, esta vez en Estados Unidos, David Smith.
Dos reminiscencias que gravitan sobre la obra de Caro, hoy dueña de sí misma. “Si miro hacia atrás lo primero que veo es que los problemas de la escultura son muy distintos. A mí me interesa ver lo que hice no porque estuviese bien hecho o no, sino sobre todo para cuestionármelo. Eso es lo interesante, la interrogación sobre la propia obra. Pero bueno, aún soy joven para tales cosas”, bromeaba en una entrevista reciente.
En ese recorrido que abraza más de 60 años de trabajo en la escultura, la capacidad de búsqueda de Anthony Caro se fue ensanchando progresivamente. Los materiales de su obra van de la rotundidad del hierro a la fragilidad del papel, del bronce a la madera, de la cerámica a los sueños. Todo es susceptible de ser fagocitado por las manos de este artista que cree en la incertidumbre del arte como estímulo. “Siempre ha sido así en los grandes creadores.Cuando Picasso y Braque iniciaron el Cubismo, por ejemplo, no eran plenamente conscientes de lo que estaban inaugurando, pero sí estaban seguros, en su incertidumbre, de que empezaban algo nuevo. Esa es la libertad”, subrayaba.
Tomado de El Mundo.es
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