El hábito de la lectura VS. El hábito de la T.V.

Urge adquirir una postura con mayor seriedad referente a la idea sobre la formación de lectores en nuestro país. El tiempo presente ha sido testigo sobre el arrojamiento ante una realidad anacrónica donde los niños y jóvenes padecen del diagnóstico del terror y “espantoaguditiz”; cuadro que se hace presente al momento de proponerse el desarrollo del fortalecimiento sobre el hábito a la lectura.

Las primeras reacciones a tales propuestas no se hacen esperar, son variadísimos los peros, palabras e incluso los rechazos con tal disgusto que se utilizarían por parte de éstos para mencionar con un rotundo no a la entrada del hábito a la lectura en sus vidas diarias.
Nuestro país al igual que otros del orbe, lucha incansablemente para abatir este rezago que enfatiza el fenómeno del rechazo a la lectura. Ni los gobiernos, ni secretarías de educación, ni programas culturales, docentes, promotores de la lectura, editoriales, incluso algunos padres de familia conscientes sobre la importancia de la lectura; totalizados los esfuerzos (sin caer en fatalismos) en su momento hemos fracasado durante y después de nuestros intentos, donde la mayoría de las veces hemos sido arrastrados por la fatiga intelectual y la falta de interés para hojear un libro, un texto cualquiera.

Si hacemos una observación crítica a esta realidad que acontece, el origen y la raíz de todo esto en cierta medida es por la influencia desmesurada que tiene la televisión sobre nuestra sociedad. Propagandas y promociones comerciales que pueden considerarse como estúpidos y ofensivos para la inteligencia humana, programas plagados de imágenes donde realzan a una mujer con ciertos atributos artificiales desplazándose en un foro con una sonrisa que refleja la falta de consciencia por no poseer la convicción de que es manipulada y transgredida como un producto de venta, contenidos absurdos y sin fundamentos a los apegos de la ética que debe poseer toda empresa televisiva, nada propositivo, todo focalizado al incremento de la vanidad y vaguedad, en lo artificial, en la adquisición de un éxito que se puede comprar con monedas y billetes. Todo contenido televisivo es condenado, no existe una proposición para elevar nuestro escaso acercamiento a la cultura, por ello es que la tendencia ideológica y niveles intelectuales de muchos de nuestros niños y jóvenes a nivel nacional, es en suma raquítica, sin embargo, ellos no tienen la culpa en esto, si no que se viene arrastrando de generaciones anteriores completas. La sociedad ha sido la culpable por no exigir una mejor calidad de vida, al igual que aceptar la simulación de interés por la cultura que propone tanto TELEVISA como TV AZTECA a nuestra gente, los dos monopolios televisivos más grandes en nuestro país.

Nuestros niños y jóvenes se encuentran parcializados, cegados, limitados a no encontrar sus propias respuestas que se pueden obtener (como una alternativa más) a través del desciframiento de una lectura de algún filósofo “X”, de experimentar las pasiones y sentimientos sublimes de algún poeta, de obtener conocimiento a través de la lectura de un texto científico e informativo, de acercarse a las entrañas de nuestra historia mitológica y los retratos costumbristas que caracterizan las leyendas de nuestro país. Nuestros niños y jóvenes se han perdido de un legado cultural increíble, pero nosotros como padres de familia, docentes, escritores, promotores de la cultura, tenemos que luchar contra la influencia del enemigo número uno: La televisión.
Esperemos la lucha de dos a tres caídas sin límite de tiempo.22