El GPS ha revelado a los turistas la forma de llegar hasta el mítico letrero de la industria del cine, para desesperación de los vecinos de una exclusiva urbanización.
Hay una guerra en las colinas de Hollywood. Es la que han iniciado los vecinos de una acomodada urbanización que resulta estar, precisamente, debajo del icónico cartel que certifica el dominio de Hollywood sobre Los Ángeles desde la montaña. El cartel se ve desde casi toda la ciudad. Pero nada puede impedir el deseo de los turistas de llegar más cerca, de hacerse la mejor foto posible. La realidad es que se puede llegar muy cerca del cartel, apenas a unos 100 metros, y hacerse la foto con unas letras enormes detrás que será la envidia de los amigos.
Se trata de la cima de Hollywoodland, una urbanización que sube por la ladera de Beachwood Canyon, muy cerca de los lugares más transitados por el turismo masivo. El cartel, levantado en 1923 y reconstruido en 1978, era originalmente el anuncio de la construcción de esta urbanización. Hace una década solo unos pocos con buenas guías turísticas y mucha paciencia podían llegar a este lugar. Pero desde que existen los mapas digitales cualquiera puede ver cuál es el punto asfaltado más cercano al cartel. Es cuestión de querer. Y los ricos propietarios de la zona han visto su colina privilegiada convertida en un lío de coches que suben y bajan, preguntan, se pierden, no tienen dónde aparcar, fuman, hacen fotos… en fin, turistas. El precio medio de una casa en este lugar supera los dos millones de dólares.
Desde la misma entrada de la urbanización un cartel luminoso de tráfico avisa: “No se accede al cartel de Hollywood”. En rigor, no miente. Al cartel en sí no se accede de ninguna forma. Pero desanima a turistas despistados. Un poco más arriba de la laberíntica urbanización, una calle cortada advierte de que por ahí no se puede llegar al letrero. Arriba del todo, a los que han ignorado todas las advertencias les espera otra valla que les impide aparcar debajo de la codiciada foto. Ningún problema, solo hay que aparcar en la acera y caminar un poco.
“Tenemos que pedir a los coches que se quiten de la entrada constantemente”, se queja Christine Burroughs, que trabaja en un chalet justo en el último lugar transitable en coche. Como otros vecinos, dice que la única solución es “más policía” que disuada del aparcamiento ilegal. Estas son calles municipales, no privadas, y no se puede impedir el paso. Aparte del tráfico, los vecinos se quejan de que los turistas aparcan de cualquier manera (un coche rompió una bomba de agua intentando maniobrar) y fuman en el parque, que tiene un alto riesgo de incendio.
La presidenta de la Asociación de Propietarios de Hollywoodland, Lucy Gonzalez, admite que “el público tiene derecho a pasar” porque son calles públicas. “A la gente le emociona llegar hasta allí, es normal, me pasa a mi cuando viajo a otros sitios”. González reconoce que la única solución rápida y práctica, que sería suprimir el tráfico completamente, sería injusta para todos.
Ella se mudó a una casa en la colina en 2002 porque quería estar cerca de esa entrada a los interminables caminos del parque Griffith (el parque municipal más grande de Estados Unidos, en cuyo terreno se encuentra el cartel). Pero la vida del barrio cambió “hace unos cinco años” con la generalización de los smartphones, y ha ido a más. “Este último año ha sido muy complicado. El GPS ha cambiado las reglas de juego”.
Y como Internet puso este lugar en el mapa, Internet tenía que arreglarlo. La polémica dio un salto cualitativo cuando a finales del año pasado se descubrió que un grupo de vecinos, apoyados por el concejal del distrito, habían conseguido convencer a Google y a MapQuest de que ocultaran el camino de acceso. Si uno busca la ruta hasta el cartel, Google le lleva al observatorio Griffith (aquel que salía en Rebelde sin causa), desde el que hay una excelente vista, pero en absoluto la mejor. El arreglo provocó un editorial indignado del diario Los Angeles Times: “¿Qué es lo próximo? ¿Desviar a la gente de ciertos caminos de playa porque los vecinos no quieren chusma en su arena?”. Tener dinero para vivir frente a las vistas más codiciadas del mundo no da derecho a vetárselas a los demás. A pesar de las críticas, Google mantiene todavía oculta la ruta.
La situación ha llegado a un statu quo incómodo para todos. No se ve una solución a corto plazo que no pase por más paciencia de los vecinos y más civismo de los turistas. Porque el camino secreto de Hollywoodland ya no se puede ocultar, como todo lo que se vierte en Internet.
Deja un comentario