El fotógrafo zacatecano inaugurará una retrospectiva con 200 imágenes realizadas en casi cuatro décadas de trabajo, el próximo 28 de junio en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco.
En enero de 1998 pocos días después de la matanza de Acteal, en Chiapas, el 22 de diciembre de 1997, una imagen impactó al mundo: una joven tzotzil empujaba a un militar, para evitar que éste ingresara a su comunidad en el campamento de X’ Oyep. Meses después, la fotografía mereció el Premio Internacional de Periodismo Rey de España y su creador el reconocimiento internacional.
Con 37 años de trayectoria, el fotoperiodista mexicano Pedro Valtierra (Fresnillo, Zacatecas, 1955) ha sido lo mismo corresponsal de guerra en Centroamérica que en la República Árabe Saharaui Democrática. Ha cubierto conflictos el éxodo del Mariel en Cuba entre el 15 de abril y el 31 de octubre de 1980; temblores como el del 19 de septiembre de 1985 y la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, entre otros acontecimientos.
Fundador de las agencias Imagen Latina y Cuartoscuro, Valtierra es considerado por la crítica como uno de los mejores promotores de la fotografía documental de México y un hombre que, con sus imágenes, ha contribuido a entender los movimientos sociales del país.
Para reconocer su trabajo, el Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la Universidad Nacional Autónoma de México ha organizado la retrospectiva Pedro Valtierra. Mirada y testimonio. La exposición de 200 fotografías se inaugurará el 28 de junio, aunque el catálogo tendrá 400. En entrevista, el fotógrafo habla sobre su carrera, las imágenes que más lo han impactado y el fotoperiodismo en la actualidad.
¿Por qué decidió ser fotógrafo?
Cuando a los 16 años trabajaba como bolero en Los Pinos me impactó conocer el cuarto oscuro, el laboratorio fotográfico. Fue un amor a primera vista con la luz ámbar y el revelador. A partir de ese momento me encantó la fotografía. Me encantó revelar, tener contacto con los químicos. Era la época de Luis Echeverría. Acababa de llegar de Fresnillo y un día subí a darle grasa a los laboratoristas del cuarto oscuro. Empecé como asistente del laboratorio. Poco más tarde me nombraron conserje de Los Pinos. Los fines de semana apoyé a los fotógrafos de presidencia. Al mismo tiempo inicié mis estudios en el CCH Naucalpan y cuando terminó el periodo de Echeverría, el equipo de José López Portillo me regresó a laboratorio, por lo que renuncié y me fui a pedir trabajo a El Sol de México de Benjamín Wong Casteñada. Ahí empecé a escribir y fotografiar al mismo tiempo. Después me fui al Unomasuno de Manuel Becerra Acosta hasta que llegué a La Jornada de Carlos Payán.
¿Qué imágenes que le impactaron más al iniciar su carrera?
Antes, cuando empezabas a trabajar como periodista, los jefes solían ponerte a cubrir la guardia y la nota policiaca. En 1977, estaba en El Sol de México y me enviaron a cubrir un accidente en la carretera México-Toluca. Como no había suficientes ambulancias, los enfermeros decidieron subir a algunos de los heridos a la ambulancia en la que nos trasladaron a los fotógrafos y reporteros. El llanto, el dolor, las sirenas llamaron mucho mi atención.
¿Y la cobertura que más recuerda?
Hay muchas. Si tuviera que escoger una sería el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua en 1979. Fue una guerra que duró mucho tiempo. Estuve mes y medio. Pero en la guerra el tiempo es otro. Estaba solo con los otros corresponsales. Tenía que planear mi día, hacer mi agenda, revelar, imprimir, transmitir mis imágenes. Mi base era Managua, la capital, pero estuve en León Estelí, y otras ciudades. Nicaragua también la recuerdo por su significado, fue el país en el que se volcaron las esperanzas de una generación. Muchos queríamos cambios en el mundo, que acabara la opresión. ¿En tiempos de fotografía digital, extraña el cuarto oscuro?
Sí. Mucho. Ahora tomo las fotos con cámara digital, pero ya no son iguales. El cuarto oscuro es el amor de mi vida, podrá haber llegado otro amor, pero ya no es igual, ya no se siente lo mismo. Solía meterme al cuarto oscuro a las dos o tres de la mañana, escuchaba música y trabajaba toda la noche con los químicos para revelar imágenes.
¿Qué opina del fotoperiodismo que se hace en México en nuestros días?
Se dice que hay una crisis de fotoperiodistas. Pienso que más bien es de medios. Indudablemente, antes los fotógrafos de prensa estaban ligados al compromiso social. La crisis de credibilidad que viven los medios de comunicación al ejercer el periodismo más amplio, más comprometido con los lectores hace que la fotografía no viva buenos momentos. México es un país de fotógrafos y de buenas imágenes, incluso tenemos una escuela profesional. Los medios, por lo tanto, deben revalorar el trabajo de los fotógrafos. En cuanto a los fotoperiodistas no es suficiente estar comprometidos con la cámara. Hay que leer más, estar más informados. La fotografía se hace con la cabeza y el corazón. Los jóvenes tienen que criticar lo que fotografían. La imagen tiene que dialogar con el lector.
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