Falta apertura al movimiento cultural de la nación
Los periódicos sin secciones culturales, que cada vez son más…
por: César Delgado Martínez.
El periodismo cultural debe ofrecer una visión crítica de lo que sucede en este terreno del quehacer humano. No se debe quedar en la declaracionitis de los que manejan las instituciones oficiales o privadas encargadas del desarrollo de la cultura en México. Debe ir al fondo. Las visiones retorcidas de lo que es la realidad cultural sólo sirven a los políticos que se manejan en el plano de la demagogia, la corrupción y el nepotismo.
La característica anquilosada del periodismo cultural en la Ciudad de México es el centralismo. Prácticamente se ignora lo que sucede en la mayoría de los estados del país, las provincias como dice la maestra Guillermina Bravo. Se habla de una “prensa nacional”, pero más bien es una prensa que se realiza en el “centro” de la república. Sólo “El Financiero” en su sección cultural publica semanalmente “Páginas de la república”, para los demás diarios –sin hablar de suplementos culturales, revistas, televisión y radio- no existen los movimientos culturales de “tierra adentro”.
Le falta apertura al movimiento cultural de la nación. En pleno siglo XXI el periodismo cultural que se realiza en la Ciudad de México sólo se refiere a lo que sucede en algunas manifestaciones de las culturas de la gran urbe. A las pocas secciones culturales de los diarios capitalinos les falta tomar en cuenta a las culturas subalternas, generalmente se dedican a cubrir lo que es el arte, con un desprecio hacia lo producido por los sectores populares de la población. Me gustaría que se publicaran menos entrevistas y se incluyeran crónicas sobre diversos hechos culturales y análisis sobre la política cultural, en el supuesto de que exista. Ah… algo que seguramente para muchos no tiene importancia: que se deje de relegar a la danza.
Los periódicos sin secciones culturales, que cada vez son más en la Ciudad de México, (en las provincias como Tepic, es raro que existan) van hacia el culto al dinero, a la aniquilación de los valores humanos y a la consideración de que para ser feliz hay que consumir todo lo que se vende anunciándose en la televisión. Hacen a un lado la importancia de dedicar tiempo de nuestras vidas al cultivo de la libertad, la creatividad, la plenitud y el contacto con las diversas manifestaciones culturales. Así sirven a los gobiernos que tienen miedo a la formación de una sociedad crítica, que en determinado momento pueda cuestionar las decisiones equivocadas de una política que los poderosos utilizan para sus fines personales.
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