Líneas.
Por: José Ma. Narváez Ramírez.
Si hay alguna distracción inventada por el hombre en la cual se revela el carácter de quien la practica en sus ratos de ocio o robándole horas al sueño, es el jueguito ese de las 28 fichas en forma de rectángulos paralelepípedos (¡Ah pa´nombrecito!) que constituyen el mundialmente famoso: DOMINÓ.
Cuantas veces observamos a cuatro personas sentadas alrededor de una mesa, rodeados de uno que otro “mirón” o “salado”, de esos que nunca faltan y que miran muy circunspectas el desarrollo del partido sin inmutarse, parece que están ante el Oráculo de Delfos o meditando sobre la filosofía de “Los Siete Rayos”… De pronto se escucha un fuerte golpe producido por una de las fichas sobre la mesa y después, parece taller de carpintería con el “cuajil” de mentadas y “malas palabras” especiales, pronunciadas por los jugadores en “clave secreta” o insulto directo al compañero de fórmula, por meter la pata al jugar equivocadamente.
Por ejemplo, en terrenos neutrales, o sea en cualquier cantina, en especial un club, se dan cita connotadas personalidades –amigas del chúpe sostenido- pertenecientes a todas las esferas sociales, (ahora ya hay hasta de viejas, que son más alegadoras…) en donde diariamente se celebran grandes batallas domineras entre equipos de muy bien ganado hándicap (que no se qué quiera decir esto, pero suena muy especial), clasificados en diversas categorías que van desde: “Muy buenos”, hasta “Muy pen…intentes…”…
Dicen que unos monjes eclesiásticos lo bautizaron, y cuentan los historiadores que lo inventaron los chinos, y que los españoles de La Conquista nos lo trajeron a México, metiéndolo a través de bebederos etílicos.
El secreto de este entrambulicado entretenimiento, que ha hecho flaquear a los mejores amigos, cuando por “ahorcar” a una mula se le da “la firmeza”, o el compañero se convierte en flagrante asesino y se desatan las pasiones convirtiéndose en viles alegatas de cantina por el ahorcamiento de la mula, en especial la “jaba de coca cola” –o la de seises- por ignorancia o por pendejez…
El secreto –decíamos- es enseñarse a sumar, porque las fichas en total suman 168 puntos (en el dominó normal, ya que hay juegos en el que participan una docena de “players” en una sola mesa.
Cuando se juega entre dos, hay variantes, pero lo clásico es de siete fichas cada uno y robando o sin robar del monte… y se dice: “este juego lo inventó un chino mudo, así que no se vale hablar, ni hacer señas o visajes…mientras se practica.
Hay que poner “cara de ministerio público” o de “cobrador de impuestos”… y enseñarse a tragar el coraje hasta que se coloca la última ficha, o que se cierre la partida.
Lo curioso es que cuando se juega entre cuatro o “en cuarto” o en “pareja de dos”, siempre tiene la culpa el compañero, al que se le dirigen las frasecitas de rigor: “Cerraste a guëras, compadre y yo estaba cargado”… “Te me agachaste cuando te las pedí por los quintos”… “Te pedí los quintos y me saliste con pitos”… Y mil y un reclamos característicos del juego… que entre mezclados con el argot del juego son verdaderos albures groseros…
En todos los lugares donde se practica el dominó, dándose unas encerronas de miedo y apostando en ciertos casos muy fuerte, se: “pasan, doblan, escupen, ahorcan, agachan, hacen zapatos, mueven o menean la sopa, hay especialistas (algunos) en meter cachirules, se avientan bichis o cacarizos, ponen número a la casa, se acuestan o mueven los huesos, cierran a pitos estando cargado el compañero de quintos”…
Pero lo mejor de este jueguito es jugar “la parada” a cien o doscientos puntos y echarle un ribetillo de “a veintón”, y no enojarse de a de veras… Pagar un zapato con otro… Ir a escondidillas a otro club para aprender más malas mañas y aplicarlas con los cuates que se las dan de “genios” (que por debajo de la mesa se dan sus pataditas, pisotones, estornudan raramente o le chúpan al cigarro enviando las clásicas señales de humo… En fin… Control… Señores… Control… Que no le metan un zapato este día y que pague menos paradas que sus contrincantes…
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