Por: Fernando Martínez.
¿Para qué fue creado el hombre? Es fácil discernir el pensamiento de Dios, el proyecto de Dios para el hombre. El hombre fue creado, fundamentalmente, para tres cosas: defecar, comer y dormir. De aquí parten infinidad de ramas humanamente cuestionables sobre nuestra existencia, e infinidad de presuntas respuestas; algunas de carácter técnico, estrictamente matemático y serio -científicamente aceptadas, pero exponencialmente confusas para mi abuela-; otras con afinidad religiosa, que son ampliamente aceptadas por la mayor parte del proletariado; y algunas cuantas con una sencillez poética, cuya concepción filosófico-romántica alimentan el alma de los seres más excepcionales.
Muchos positivistas actuales argumentan que la existencia humana no debe limitarse a comer, defecar y dormir -muy de acuerdo con ellos, sin mujer no vive el hombre-. Creo en la buena voluntad de un Dios todopoderoso, y estoy en contra de los “pesimisistas” no creyentes que excluyen la posibilidad de la existencia de un Dios todopoderoso -esto no significa que deje de ser tolerante ante tales ideas-; si ellos creen en la teoría de la gran unificación, por qué no creer en la teoría de la creación.
Muchos creen que la vida está diseñada para llevar a cabo un propósito, o para seguir un plan divino. Yo pienso que la vida gira en torno a tres necesidades imprescindibles (las citadas con anterioridad). No con esto hago a un lado lo más precioso de la vida: amar, soñar, escribir… y una infinidad de acciones sencillas que nos pueden realizar como personas; aún así, siento la seguridad de que la vida es matemáticamente más sencilla y no es necesario alertarse tanto por una pregunta que emociona, que invita a la reflexión, que motiva a la superación, que nos alienta a divagar en las profundidades del espacio tiempo, ¿cuál es el fin del hombre?
Resulta bello desafiar el plan de Dios, y resulta interesante conocer su pensamiento, siendo necesaria la comprensión del universo, su expansión, su evolución, el big bang; pero, sin ser conformista y sin caer en ingenuidades, creo que una ecuación es para la eternidad. Aún así, estoy seguro que el recuerdo de un beso en la mejilla de una linda niña es más bello que la teoría de la relatividad.
Sin embargo, la pregunta sigue abierta para la duda, para aquellos curiosos y escépticos, para los que, hagan lo que hagan, se siguen preguntando cuál es su fin en la vida, cuál es el sentido de su existencia, para los que se cuestionan de manera rigurosa la sencilla pregunta que inspira al ser humano, ¿para qué fue creado el hombre?
Deja un comentario