Apuntes para el conocimiento de los Tepehuanos de Durango y Nayarit
Sobre el nombre.
La “Llamada del Cajero”, San Andrés Milpillas, Huajicori, Nayarit. Fotos de Eugenio Porras.El nombre de tepehuanes, tepehuanos o tepehuán es sin duda de origen náhuatl, derivado de tépetl, cerro y huan, partícula posesiva; es decir, “dueño de cerros”. Otra interpretación señala que el término tepehuani significa “conquistador o vencedor en batalla”.
Los tepehuanes se llaman a sí mismos o’dam, “los que habitan”. Se les nombra tepehuanes del sur para distinguirlos de los tepehuanes del norte que viven en el estado de Chihuahua, quienes están más emparentados en muchos sentidos con los tarahumaras.
Los o’dam habitan principalmente en el extremo sur del estado de Durango, región que forma una media luna que alcanza a tocar los estados de Nayarit y Zacatecas. Sus asentamientos se ubican entre los 2000 msnm en la montaña, hasta los 400 m sobre el nivel del mar, en las barrancas; se encuentran dispersos y en número no exceden los mil habitantes. La mayoría de los tepehuanes forman parte de siete comunidades ancestrales que administran la tierra bajo el régimen de propiedad comunal: San Bernardino Milpillas Chico y San Francisco de Lajas en Pueblo Nuevo, Durango, María Magdalena Taxicaringa, Santiago Teneraca, San Francisco Ocotán y Santa María Ocotán en Mezquital, Durango, San Andrés Milpillas Grande en Huajícori, Nayarit.
Lengua.
El idioma de los o’dam pertenece al tronco yuto-azteca en su rama primaria. Dentro de la misma lengua tepehuana hay diferencias dialectales (de fonética y léxico) entre los que viven en el Mezquital y Pueblo Nuevo, lo que no impide la mutua inteligibilidad. Es frecuente encontrar casos de trilingüismo, sobre todo en las zonas interétnicas donde algunos aprenden otra lengua indígena, ya sea por el trato frecuente o por la unión matrimonial de hablantes de diferentes lenguas.
Antecedentes históricos.
Según estudios arqueológicos, los primeros pobladores de los valles y sierras del actual estado de Durango arribaron hace aproximadamente 16 mil años y procedían del suroeste de Norteamérica. El cultivo del maíz propició la sedentarización de estos pueblos. Puede hablarse de la existencia de una época clásica alrededor del año 500 d.C., vinculada con la cultura Chalchihuites, que se desintegró aproximadamente en el 1200 d.C., debido quizás a la intrusión de nuevas olas de inmigrantes, con los que se configuró la gran variedad de grupos existentes a la llegada de los españoles. Los indígenas que ocupaban los llanos, valles, quebradas y sierras de Durango a principios del siglo XVI, debieron ser grupos semisedentarios que combinaban la agricultura con la caza, la pesca y la recolección.
La conquista y colonización del norte de la Nueva España se destacó por ser una empresa particular. La Corona cedió todos los derechos a hombres prominentes para administrar y explotar las riquezas a su arbitrio. Esto provocó que la violencia contra los grupos nativos se intensificara, para obligarlos a trabajar en las minas. Las órdenes religiosas fueron un factor importante en la congregación de poblados para dichos fines. Aquellos que se opusieron huyeron a las partes más inaccesibles de la sierra, pero hay testimonios de que los persiguieron y destruyeron sus cultivos para obligarlos a trabajar. Todo esto propició la extinción, reubicación, aculturación y rebelión de los pueblos nativos. Los levantamientos armados fueron frecuentes desde los primeros años. Hacia 1590, y luego en 1601, hubo grandes rebeliones en las minas de Topia, antecedentes de la gran insurrección encabezada por los tepehuanes en 1616, en la cual varios pueblos y reales de españoles fueron saqueados. Las crónicas dan a entender que se trató de un movimiento general donde participaron tarahumaras, coras, acaxes, xiximes e incluso negros, con el objeto de expulsar a los europeos. El movimiento de corte eminentemente mesiánico fue derrotado debido a la falta de organización de los insurrectos.
Debe destacarse que durante la pacificación, a los ejércitos españoles estaban incorporados indios aliados. Fueron los mismos tepehuanes quienes unidos al poder hispano derrotaron, a fines del siglo XVII, a los coras. El pago por esta valiosa ayuda fue la demarcación y entrega de los títulos primordiales a las comunidades de Santa María Ocotán, San Francisco, Teneraca y Taxicaringa. No obstante, los tepehuanes del valle de Canatlán fueron deportados en el mismo periodo a Milpillas Chico y Lajas a causa de su belicosidad. El traslado de tepehuanes, provenientes de los llanos hacia el interior de la sierra, ha sido constante. Todas estas reubicaciones fueron consecuencia de los levantamientos indígenas que obligaron en 1738 a trasladar la capital de la Provincia de Durango a Parral. Es importante destacar que la localización actual de los tepehuanes, divididos en dos grupos (norte y sur), se circunscribe a un largo proceso de reacomodos forzados y a una paulatina aculturación.
La lucha por defender su territorio es constante entre los tepehuanes. Durante la Revolución y la primera guerra cristera se levantaron en armas; la lucha agraria debió ser la bandera que los motivó, pues el armisticio que se logró después de la primera guerra cristera tuvo como resultado el derecho al reparto y uso de tierras entre la comunidad de Santiago Bayacora. Cuando se desató la segunda guerra cristera, que se prolongó hasta 1934, su epicentro fue en la Sierra Madre de Jalisco y Durango. La resistencia cristera en esta ocasión siguió infringiendo serias derrotas al gobierno, al grado de que éste se vio obligado a recurrir al primer ataque aéreo realizado contra la población civil en México, tal y como lo recuerda la tradición oral de la región. La persistencia de las demandas fue el factor decisivo para que los o’dam recibieran en 1936 el reconocimiento legal como comunidades agrarias, obteniendo la resolución presidencial con base en los primeros títulos de la época colonial.
A pesar de todo, los conflictos en torno a la tenencia de la tierra no han cesado. Los ganaderos mestizos de Zacatecas invaden constantemente sus tierras y pastos.
Gobierno Tradicional de San Andrés Milpillas, Nayarit.
El gobierno tradicional en San Andrés Milpillas se implementó nuevamente desde 1990, y está integrado por quince cargos: 1) Primer gobernador, el cual es la autoridad máxima, y representa a la comunidad; 2) segundo gobernador: suple al gobernador en sus faltas; 3) el alguacil: cuida el orden y reúne a la gente; 4) el regidor: cuida el orden y organiza las reuniones; 5) juez primero: soluciona conflictos; 6) juez segundo: soluciona conflictos, suple al primero; 7) Mayordomo mayor de San Andrés: organiza la fiesta del 30 de noviembre; 8) mayordomo de la concepción: organiza la fiesta del 8 de diciembre; 9) mayordomo de Guadalupe: organiza la fiesta del 12 de diciembre; 10) mayordomo de Santa Teresa: organiza la fiesta del 15 de octubre; 11) cuatro priostes, los cuales están al pendiente de las ofrendas y además tienen las funciones siguientes: primer prioste: auxilia al mayordomo de San Andrés y enciende las velas; segundo prioste: auxilia al mayordomo de la Purísima Concepción; tercer prioste: auxilia al mayordomo de Guadalupe, enciende las velas; cuarto prioste: auxilia al mayordomo de Santa Teresa, enciende las velas; y finalmente 15) el tapostado, cuya función es tocar el tambor en las ceremonias.
El gobierno tradicional tiene una duración de un año. La selección de las personas que ocuparán el cargo se realiza el primero de diciembre, terminando la fiesta de San Andrés. Además, existe un comisariado de bienes comunales, el cual debe compartir la responsabilidad de las decisiones con las autoridades del municipio.
La autoridad civil formal es ejercida por el Juez Auxiliar Municipal, que se elige en asamblea comunitaria; lo mismo sucede con la administración agraria, que ejerce el comisariado ejidal.
Los municipios con esta estructura de gobierno tradicional son, en Huajicori: San Andrés Milpillas (tepehuano); en Acaponeta: Santa Cruz de Acaponeta (mexicanero); El Naranjo (tepehuano). ( INI delegación Nayarit: 2002).
La categoría política más importante después del gobierno tradicional es la de Juez Auxiliar Municipal y Segundo Juez Auxiliar Municipal. Ambos son electos en forma directa en asamblea de la comunidad.
Cosmogonía y religión.
Si bien la influencia de la religión católica agregó un ciclo festivo con su santoral, el sentido religioso del tepehuán es dominado por su pasado mesoamericano. En la mitología o’dam los personajes bíblicos y santos están integrados a sus historias. Su culto no difiere de cualquier otra divinidad nativa; se les ofrenda sangre, comida, plantas y dinero, igual que al sol. El complejo religioso más importante gira alrededor del mitote o xibtal, ritual que consiste en una danza que se realiza alrededor del fuego durante la noche, al son de un arco musical. Hay dos clases de mitote: el familiar, al que asisten los parientes con apellido patrilineal, y el comunal al que van, hipotéticamente, todos los miembros de la comunidad. Por lo regular celebran dos de cada uno de ellos: para pedir lluvias en mayo y para bendecir los elotes en octubre. Ante un problema grave, se organizan mitotes extraordinarios.
La muerte y los muertos para los o’dam tienen un significado relevante, por lo que llevan a cabo diversas actividades para mantenerlos contentos y alejados de los vivos.
El origen del sol según los tepehuanos.
En un principio, cuando vivían antes de nuestros abuelos, el Sol no alumbraba bien, no daba buena luz. Parecía como cuando sólo está la Luna, no calentaba bien. Entonces se reunieron los doce pueblos tepehuanos y acordaron hacer un mitote mayor que tenía que durar cinco años, mismos que se los pasaron ayunando y bailando. Mandaron águilas, palomas y gavilanes como mensajeros para averiguar qué pasaba con el Sol y qué debería hacerse para que diera más luz y calor. Los mensajeros nunca regresaban.
Entonces pensaron en mandar a un cristiano pobre, así, si no regresaba, nada se perdería. Lo encontraron y le dijeron que se fuera enviado, pero él no quería pues le pasaría como a los otros mensajeros: no regresaría. Entonces les dijo el hombre pobre que tendrían que hacer 5 mitotes que duraran 30 días y tendrían que hacer una gran fogata, escarbando como si fuera horno y que allí echaran la leña y las piedras. Así pasaron muchos días y cuando la fogata ya quemaba lo suficiente el hombre echó un salto a la lumbre saliendo poco tiempo después convertido en una estrella que se elevaba al cielo.
Pasaron los años y el sol seguía sin calentar. Siguieron con el mitote y pensaron que lo que se necesitaba era un nombre para el Sol, nunca habían pensado en eso y a esto se debía que a veces salía por un lado y a veces por otro, a veces por arriba, salía por todos los puntos cardinales.
Decidieron entonces nombrar cinco padrinos que se encargarían de buscar el nombre para el Sol, entre nombres de cosas, de plantas y de animales, pero el Sol seguía saliendo por donde quiera y sin calentar. Así se encontraban los padrinos discutiendo en el monte, cuando de repente el conejo vio al Sol y le dijo “Dios Padre”. Entonces el Sol salió bien, calentó bien y siguió su camino.
Los cinco padrinos se enojaron mucho con el conejo y le dijeron que a él qué le importaba, que se callara; lo persiguieron, lo golpearon y le jalaron tanto la boca y las orejas, que por eso es que las tiene así desde entonces.
Fiestas.
Cada comunidad cuenta con un ciclo distinto de fiestas, introducidas a raíz de la evangelización colonial, que son patrocinadas por los mayordomos, elegidos con un año de anticipación para que reúnan los fondos necesarios para pagar los adornos y la res que se sacrifica en ofrenda al santo conmemorado. La ceremonia se inicia en la víspera con la colocación de velas y con el rezo, mientras los músicos tocan varias canciones con guitarra y violín. Al día siguiente, las autoridades entregan sus varas y ceden el poder al santo. Los mayordomos encabezan la procesión para llevar al santo a una capilla cercana. Allí se le entregan las ofrendas, se presenta la Danza de matachines y se reparte comida a los asistentes. Se hace el cambio de mayordomos y se lleva de nuevo el santo a la iglesia. A veces la ofrenda dura otros cuatro fines de semana.
Las fiestas de mayor importancia son las de Semana Santa, ligadas a los tiempos de sequía y la de San Miguel y San Francisco, relacionadas con los elotes. Comparada con el mitote, la fiesta es un evento más profano.
El Mitote Tepehuano.
Los mitotes familiares se celebran en el “Patio Menor” y a él asisten las familias del mismo apellido paterno; el comunal se celebra en el Patio Mayor o “Patio Sagrado” y a él asiste toda la comunidad. La escenificación ritual tiene por tema un conflicto de carácter cósmico. Uno o varios personajes “luminosos”, de “arriba”, luchan contra un grupo de seres “oscuros”, de “abajo”. Sin embargo, la contradicción sistemática del mitote radica en el énfasis que siempre se pide en el triunfo de la luz y el calor solar sobre la oscuridad y el frío, a pesar de que se supone que las batallas cósmicas nunca terminan. Los mitotes se realizan para obtener buenas cosechas y bendecirlas, al igual que la comida. La primera cosecha se ofrenda “al padre Sol”.
Actualmente se celebran tres fiestas anualmente: en enero, una para celebrar el inicio del recorrido del sol; en junio, para pedir ayuda en la siembra, y en octubre, se da gracias por la cosecha (Día del Esquite, Día del Bisnate y Día del Elote).
Fuente: Monografías de los Pueblos Indios, CDI. México, 2008.
Rmendez1960@hotmail.com
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