La barbarie en la Universidad Autónoma de Nayarit
La destrucción del mural de José Hernández Delgadillo.*
por: José Luis González López.
No hace tanto, antes de la media noche, me encontraba en ciertas reflexiones ensimismado, inclinado sobre algún libro, cavilando, cuando de súbito una leve chacota provino desde el televisor, era motivada por las divertidas referencias a un célebre exabrupto que le resultó de antología a un malhablado gobernante, y todo por la ocurrencia de asegurar que entregaría los asuntos culturales de su gestión, al primer “jotito” que encontrara. Intrigado me cercioré que se trataba del programa “Discutamos México”, en su capítulo dedicado al desarrollo cultural del occidente del país, conducido por José María Muría; hasta dónde había trascendido la picardía de nuestros gobernantes, pensé.
Durante su intervención Pedro Luna Jiménez, hablaba de Nayarit, realiza un balance del desarrollo cultural del estado y sin inmutarse, se atreve a presumir del importante patrimonio muralístico atesorado; en ese momento brotó la chispa que inflamó tanto material de indignación acumulado, mentía descaradamente: Luna Jiménez conoce de la bárbara destrucción del mural más valioso de nuestro patrimonio cultural, por su calidad de miembro privilegiado de la comunidad que lo tenía bajo su resguardo. Además de encubrir el crimen de los iconoclastas, se sujetaba a la misma lógica vigente de falsificación histórica que simplemente silencia y aparta las miradas de lo no sancionado por el poder. Tan divertido estaba y todo para al final, resultar, que ni siquiera a Rigoberto Ochoa Zaragoza le es imputable semejante vandalismo, como el perpetrado por sus culturosos críticos en la UAN.
El mural era toda una obra de arte, un espejo fiel de la sociedad y de la intensa vida universitaria de la época, símbolo de resistencia ante la embestida del coronel Rogelio Flores Curiel, uno de los responsables del Halconazo del 10 de junio del 1971. Representaba con fuerza los valores democráticos e ideas libertarias aplastadas por la bota militar a sangre y fuego, durante la agresión a la UAN; y lo más importante, mantenía vivo un testimonio esencial de aquella represión histórica, lo que resultaba insoportable para los responsables. La pintura siempre estuvo expuesta, frágil y susceptible de ser atacada por las ideas que transmitía y por ser parte de la memoria de tan terribles crímenes.
La justificación de su destrucción, la emprende Francisco Castellón Fonseca con argumentos propios de una razón instrumental, francamente cínicos; los verdaderos motivos son políticos y se encuentran en la identidad de la obra con la lucha por la autonomía universitaria, con las mejores tradiciones democráticas del pueblo contra el fraude del 75 y la resistencia de la comunidad universitaria ante la acometida de un gobierno golpista, que hundió la universidad en la violencia; ese gran significado es lo que siempre desquiciaba a sus agresores y malquerientes.
La destrucción de imágenes suele implicar la destrucción de ideas y, en casos extremos, el reemplazo de proyectos políticos. Tal es nuestro caso, en 1979 fue implantado a sangre y fuego un nuevo orden de control autoritario sobre la comunidad universitaria. Al igual que el mural destruido, fue borrada de la memoria toda referencia a la lucha democrática de la Federación de Estudiantes Universitarios de Nayarit (FEUN), la organización estudiantil que derrotó en las urnas al porrismo; conquistó la autonomía universitaria y elegía libremente tanto a sus representantes como al rector, en voto universal, secreto y directo; y que también, defenestró a tantos pésimos funcionarios y rectores, represivos y corruptos. Memorable fue la digna postura estudiantil en la residencia oficial de los Pinos, donde manifestó ante el propio presidente Luis Echevarría, su condena e indignación por la premiación del Coronel Rogelio Flores Curiel con la gubernatura de Nayarit, nominado por su siniestra participación en el Halconazo del 10 de junio de 1971; la FEUN repudió el fraude del 75 y jamás reconoció al gobierno golpista, ni permitió el ingreso del coronel Flores Curiel al campus universitario, lo que le valió ser despedazada; también fue reducida a nada la memoria del CEU, la nueva forma de organización estudiantil adoptada ante la imparable violencia y que permitió, enfrentar al grupo paramilitar denominado: Policía Universitaria, brazo armado de Flores Curiel que sustituyó prácticamente a los grupos porriles, obsoletos ante el movimiento democrático estudiantil; así se daba paso al nuevo orden de dominación vigente, el de una universidad antidemocrática operada por porros y mafias corporativas, y su prohibición feroz a expresarse libremente.
El mural era parte de la Memoria, subsumía un recorrido histórico sobre los hechos trágicos que enlutaron a nuestra universidad. Era una gran obra de arte y nunca fue encarada desde el respeto a los caídos y los que ya no están. Su destrucción también complace a los que siempre despreciaron la búsqueda de la verdad histórica y la lucha por llevar a los responsables ante la justicia; y ahora, se ven involucrados hasta en la bárbara destrucción del patrimonio cultural de los universitarios y del pueblo en general. Actuaron de manera arbitraria sin pensar en su valor histórico y artístico. Su agresión vandálica es equiparable a los ataques de los iconoclastas a las obras de arte, en todo el mundo. Era el mural más importante y lo hemos perdido, era el Guernica de los universitarios y lo hicieron añicos.
Que paradoja, mientras el Guernica, de Picasso en el New York Museum of Modern Art, en 1974, era atacado con pintura roja, aquí en Nayarit, se creaba el mural más valioso y el más importante de todos los tiempos. El gran artista José Hernández Delgadillo pintaba un mural promisorio en la Escuela de Economía, era su “Guernica”, una obra de arte con un poder de comunicación excepcional llamado a ser el mejor reflejo de toda una época histórica, capaz de representar los anhelos y esperanzas, de los que luchábamos por una universidad democrática, científica y popular. Al mural era imposible exigirle que cambiara la identidad que nunca perdió, su gran significado y referencia histórica, seguían vigentes. Esto condujo a su destrucción porque, al margen de su valor económico, estético o histórico, el agresor pensó que sólo eliminándolo terminaría con lo que representaba y tanto horror le provocaba.
El odio de los verdugos hacia el mural estuvo acentuado por su falta de inteligencia y cultura, carecían de una noción que inhibiera sus impulsos destructivos; ni siquiera, al momento final, supieron observarlo como una obra de arte, para entender su significado y verdadero valor; siempre prevaleció una mirada primitiva e ingenua y hasta algunos maestros de buena fe, se dejaron atrapar ignominiosamente en una fotografía** donde posan como lo hacen los verdugos ante sus víctimas, antes de ejecutarlas.
En mi opinión, siempre tramaron un ataque artero con la intención de deshacerse y acabar con algo tan molesto para siempre, estaban motivados por las propias frustraciones, miedos e intranquilidades en la conciencia de los que atentaron y violentaron la universidad hasta destruirla. Eliminando la imagen, pretendían eliminar el recuerdo, la memoria y eludir la justicia, aunque para muchas personas los crímenes contra nuestra lastimada universidad nunca pasarán al olvido. El gran valor que la comunidad estudiantil y la sociedad le otorgaban a la obra, fue el detonante para ser tan repudiada y agredida: fue bañada con pintura negra***, llegaron a balearla, hasta que por fin consiguieron su destrucción definitiva.
EL RETORNO DE LOS REPRESORES
En el sexenio 1999-2005, veinte años después, los responsables de desgarrar la autonomía y ensangrentar la universidad volvieron al poder, muy pocos resistieron el corruptor encanto del echevarrismo que gobernó con todos los personajes siniestros de la represión; nos correspondió el honor de emprender la defensa de la memoria histórica y derrotarlos política y moralmente, la iracunda fiera fascista se replegaba despavorida ante la demanda por sus crímenes en el pasado, la Fiscalía Especial los horrorizaba: Petronilo Díaz Ponce renuncia a su puesto y huye. Los responsables de reclutar y dirigir la Policía Universitaria, rendían sus declaraciones. La criminal derecha desde el gobierno, chantajeando con el presupuesto de la universidad, se fortalecía ubicando en posiciones claves de la administración de la UAN a sus cuadros; no descartaría que la destrucción del mural entrara también dentro de las negociaciones turbias del entonces rector Castellón Fonseca, que en su ambición utiliza la rectoría como trampolín político y pretendía verse como heredero de Antonio Echevarría Domínguez, hacía ganga con la universidad.
* La destrucción del mural, según Javier Castellón fue en el 2006, lo hicieron a hurtadillas.
** Qué manera de evidenciar la impostura de la despedida del Mural, con un Edel Soto al centro de la fotografía, el “Quico” como se le conocía, fue cuadro dirigente del violento grupo porril “Unidad Liberal Benito Juárez” utilizado contra el movimiento democrático e involucrado en asesinatos de estudiantes; ahí aparece como catedrático recién ingresado por Echevarría.
*** Siempre se señaló como responsable de la agresión al mural con pintura negra, al grupo clandestino “Vicente Guerrero”, en sus ceremonias entraban encapuchados y tenían un altar con la esvástica fascista… y sí me tocó verlos realizar su ritual… algo impactante estaban como poseídos y con armas de alto poder, se les señaló como presuntos asesinos, protegidos desde el gobierno; hoy su líder David Zamora Tovar, es el secretario particular del rector Juan López Salazar, y también fue ingresado por Echevarría, se menciona.
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