Esta historia comenzó antes del clavo que me clavaron por un clavo (al parecer incómodo) que le clavé a las buenas conciencias.
Va, sin hashtag y sin etiquetas.
A principios del año que corre, Saúl Tortolero me invitó a formar parte de la carpeta de grabados con la que celebrará el día de muertos el taller de gráfica El Peyote Azul. Mi trabajo consistiría en escribir tres calaveras de tres personajes nayaritas, nacidos o muertos, en los últimos cien años. El de Saúl, hacer e imprimir los grabados. El pago para ambos, sendas carpetas.
La idea de hacer mancuerna con Tortolero me entusiasmó, entre otras cosas, porque es obsesivo con los detalles y pulcro con su trabajo; características que en lo particular aprecio.
Los clavos aparecieron en el camino de esta historia cuando entregué la primera calavera:
“Calavera Garbancera I”
Llegó la muerte muy dulce,
muy fina, bajo la lluvia
del tizne en zafra a Nayarit.
Sólo un rastro que seguir
Sólo un hombre sin dormir.
Antes que cantaras Gallo
y otro balazo fuera
tu declaración certera
el ferrari no arrancó;
la línea PGR se cayó;
y la muerte, muy, muy justa
la vida, fiera, te arrancó.
La raza al día siguiente
muy contenta amaneció;
tu cabeza sin tres dientes
en el plato de la gente
se sirvió el conmilitón.
Las malas noticias me llegaron por watsapp, paloma mensajera de la hipermodernidad: No aceptaron las calaveras porque no elegiste personajes relacionados con la vida cultural de Nayarit.
¿Cómo determinaron que los personajes de las otras dos calaveras tampoco estaban relacionados con la cultura si solo envié un texto? ¿Será cierto que el fiscal de Nayarit no es un personaje emblemático para la cultura de la región?
Con cuánta facilidad invisibiliza el sistema la más mínima expresión de pensamiento, y yo que estaba feliz de que por primera vez en las carpetas de grabado que se hacen en mi tierra, aparecerían puros octosílabos rimando el desconsuelo del pueblo. Nada de calaveritas lisonjeras ni rimas traicioneras, pero como diría una vieja amiga: la realidad siempre se cuela y te abofetea.
Como acto de resiliencia, acepté cambiar de personajes; por razones de tiempo (noviembre está casi encima y el grabado es un proceso laborioso), decidí escribir tres epitafios para tres artistas muertos y olvidados que formaron parte de la escena cultural con la que creció mi generación. Este es el trabajo que presenté:
I
José Luis Rochín
(Músico, +2003)
Vuelto silencio se colgó de un clavo/No extendió los brazos Dios.
II
Susana Chaurand
(Fotógrafa, +2012)
Persiguió la luz hasta revelarse sombra.
III
Ernesto Flores
(Poeta, +2014)
¿Arrojar tus palabras al mar de las letrinas?/Imposible.
Basta teclear el nombre de Chaurand y Rochín para darse una idea de la dimensión del olvido que los envuelve. El abandono para Ernesto Flores sólo ha sido regional, en Jalisco y en muchas otras partes de nuestro país se le recuerda y se le promueve como poeta, como escritor, como académico, como editor y promotor cultural.
La siguiente mala noticia tocó a la puerta de mi casa. Saúl vino ayer domingo, a decirme que el epitafio de Rochín no entrará en la carpeta de grabados porque a la ex pareja sentimental, profesional y madre de uno de los hijos del músico, no le gustó la lectura que hice de su muerte; que las palabras colgó y clavo no le harían bien a la imagen de un joven que está labrando su futuro en Televisa; y que si me interesaba que se hiciera el grabado de Rochín modificara el epitafio.
Mi cariño por Rochín, mi indignación por la forma y los criterios bajo los cuales se evalúan los trabajos de quienes formamos parte de la comunidad creativa de Nayarit, me llevaron a denunciar por este medio lo sucedido y aceptar, desde la ironía, la modificación del epitafio:
Vuelto silencio se colgó de un clavo/ No extendió sus brazos Dios, ni los hombres.
Como respuesta obtuve los insultos de Alma Rocío y la justificación nada profesional de la persona que administra la página en facebook del taller de gráfica El Peyote Azul. A simple vista, a esta historia solo la avalan mis palabras. Si lo piensas un poco más, cientos de historias similares a la mía se viven en el silencio de una ley mordaza que antes de ser noticia ya existía, y se practica en Nayarit…
Foto: Gloria Pérez
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