La Güipa: Casa del Abuelo

Por: Oscar Gonzalez Bonilla.

 

De repente mi cara se estrelló con la parte trasera del asiento delantero. Sentí que mis lentes se enterraban en las cejas, luego que el taxi amarillo en que nos transportábamos chocó contra el último automóvil de la fila en espera de que el semáforo cambiara a la señal verde de siga. El accidente ocurrió exactamente en el cruce de la avenida México y Abasolo en Tepic, poco antes de las ocho de la mañana.

Hilda Bonilla GuerreroMi madre, en el asiento del copiloto, de inmediato se llevó las dos manos a la frente, mientras que el taxista, un tipo de más de 30 años de edad, gordo, moreno, pelo a rape como es la usanza y con una playera tipo de camuflaje militar, alargó su mano hasta la cabeza de mi mamá, mudo ante la escena.

Yo, desde el asiento trasero miré estrellado el parabrisas. Chin, mi madre ya se rompió la cabeza, pensé. Rápido bajé del vehículo y abrí la puerta delantera para enterarme lo que le había pasado. No observé sangre, le quité las manos de la frente y me di cuenta que en ese lugar de la cara le crecía instantáneamente un chichón, había pegado con fuerza en el tablero. Se quejaba, en el acto me llevé la mano a la boca, la unté de saliva y empecé a sobarle el lugar que se elevaba a paso veloz, como si le fuera a salir un cuerno.

andele-taxistasAfortunadamente no pasó de ahí, aunque mi madre se quejaba de que le dolía hasta la nuca. Por cierto, por atender a ella, hasta después me di cuenta que fue al coche de mi cuñado, hermano de mi esposa, al que pegó el carambazo en la parte de atrás. Al taxi se le dobló el cofre, fue el más afectado. Llegó Tránsito en moto. Y el agente luego de preguntar primero por el estado de salud de la mujer de casi ochenta años y comprobar que estaba bien, pidió se quedara allí sentada hasta llegar el auxilio médico. Al sitio del accidente arribó otro agente de Tránsito en patrulla, por cierto muy comedido y muy consciente manejó con eficiencia la situación. Sin embargo, nos soltó la terrible de que estaba ausente el responsable de los servicios médicos, pero que mi madre sería enviada al hospital Puerta de Hierro para recibir atención especializada. Todos los taxis tienen seguro del pasajero, dijo.

manoslibrespiercing(1)Una vez puesto de acuerdo los peligrocelularmanejando(1)protagonistas del accidente (por cierto quiero recalcar que el mismo tuvo su origen en la distracción del conductor del taxi causa al teléfono celular), mi cuñado Ramón pedía que lleváramos a mi mamá a la clínica del ISSSTE, donde presta sus servicios profesionales como Odontólogo, aunque en la actualidad desempeña una cartera en el sindicato de trabajadores de la dependencia. A doña Hilda, como se llama mi madre, la acompañaba yo a la guardería del DIF estatal nombrada Casa del Abuelo que se ubica en Miñón y Zacatecas, donde, dije a mi cuñado, hay una doctora que atiende a los viejecitos. Vamos para allá.

Anciana dibujoNos llevó en su coche. Quiso acompañarnos a la entrada del recinto, allí una de las empleadas que hace el aseo nos dijo que no estaba la doctora y que tampoco sabía si iría o no ¡en la torre! A mi madre le dolía la cabeza. Yo sabía, porque me lo habían dicho, de la existencia de un botiquín. Busque paracetamol, sugirió mi cuñado, a quien le pedí fuera a Tránsito para resolver el asunto pendiente, mientras yo vería cómo me las arreglaba. A la señora del aseo se le unió la cocinera, entre las dos encontraron una pastilla color amarillo que me mostró en la palma de la mano una de ellas, me dijeron era naproxen y su temor a suministrarla. Dénsela, dije, obre Dios. Estuve allí un rato para conocer su reacción, pero como vi que doña Hilda platicaba sin parar con sus compañeras de guardería, Anciana tapando un ojome retiré, no sin antes pedir me llamaran en caso urgente.

Mucho antes de la salida, que se inicia a las dos de la tarde y termina a las tres, hablé por teléfono para saber cómo se encontraba. No se ha quejado de nada, me contestaron. Fue entonces que recapacité sobre la falta de preparación del personal de Casa del Abuelo para atender no sólo pequeñas contingencias, sino situaciones imprevistas de mucha más gravedad a que están expuestas casi una veintena de personas que rebasa los setenta años de edad, con su salud disminuida. Pero lo más doloroso es la ausencia de la doctora vejezque se supone tiene allí su trabajo de planta. Los viejecitos, en su mayoría mujeres, están en desamparo médico.

Mi intención no es criticar, sino hacer un llamado de alerta. Del personal de la guardería con que hemos tenido trato, sólo hemos recibido finísimas atenciones. Sin embargo, la impresión es que los mandos superiores no prestan la debida atención administrativa, casi nunca se les ve a la hora de entrada, ocho de la mañana, y escasamente a la hora de salida, el peso del trabajo recae en empleadas menores. Pareciera que su trabajo más importante está en otra parte, y que allí para ellas es tan sólo un pasatiempo. Valdría la pena que la presidencia del DIF Nayarit checara la Casa del Abuelo, cuyo servicio no es gratuito.

 

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