¿Por qué se está perdiendo la cortesía en este País, famoso precisamente, por la cortesía de sus habitantes?
Ahora los jóvenes telefonean a casa de un amigo y cuando les contestan, sólo dicen: “¿Está Luis? ¿Dónde quedó el “Buenos, días, señora, como está usted”? O, simplemente, “Buenos días, ¿está Luis?”.
Cortesía es dar las gracias cuando nos pasan el salero en la mesa, pedir las cosas por favor, saludarnos y despedirnos al encontrarnos con alguien, dar las buenas noches o los buenos días, ceder el asiento a una persona mayor.
Cortesía es apagar el celular o cualquier aparato electrónico en el cine, teatro, conferencias, conciertos y aunque usted no lo crea, en misa, porque a menudo la iglesia se llena de repiqueteos que no provienen ni de las celestiales alturas, ni de las campanas del acólito.
Sin embargo, ahora a eso ya no se le llama cortesía, sino tontería: “No seas tonto, no le des tu lugar a la señora; que se aguante de pie, nosotros llegamos antes”. Como me dijo algún joven: “La descortesía está de moda”.
Hace poco me tocó presenciar algo que lo ilustra bien. Llegó a una plática sobre valores una señora embarazada, con un niñito en brazos, y empezó a buscar un lugar para sentarse; no había ninguno. Una pareja tomada de la mano estaba sentada a su lado. Ambos la vieron, pero ninguno se inmutó.
Otra señora como de 50 años, sentada al lado de la pareja, se levantó y cedió su lugar a la señora embarazada. Para hacerlo, pasó frente a la pareja. El chico encogió las piernas, pero no se le ocurrió ni ponerse de pie ni ceder su lugar.
La mujer embarazada, tras resistirse un poco, agradeció a la señora su gesto y pasó también frente a la pareja para sentarse. El chico volvió a encoger las piernas para que cupiera con todo y niño.
La señora que cedió su asiento permaneció recargada en la pared, frente a la pareja que siguió sin inmutarse. (Tal vez temían perderse si se soltaban de la mano).
Lo paradójico es que la plática trataba sobre el amor y el respeto que debemos tener por los demás y, por supuesto, se habló de la importancia de la comprensión (ponernos en el lugar del otro) y de la generosidad, como formas de vida cotidiana.
La pareja joven aplaudió mucho al finalizar y me puso a pensar. No cabe duda, eso es parte de nuestro problema: separamos la teoría y la práctica. Hablar de valores es muy fácil, pero practicarlos…bueno, eso es otra cosa.
¿Hasta dónde usted y yo somos parcialmente responsables de esto? Porque a nosotros nos toca poner el ejemplo y corregir o llamar la atención a nuestros hijos y alumnos para enseñarles, expresamente, a ser corteses y educados en todos los sitios, a todas horas y con todas las personas a su alrededor.
Y empezar mañana es demasiado tarde.
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