Cuando los huesos y dientes hablan.
Crónicas del Estado de Nayarit
Al principio, los antiguos nayaritas vivían en la costa y poco a poco se fueron a vivir al altiplano de nuestro Estado. Vivían en pequeños grupos de cazadores-recolectores que obtenían la mayor parte de sus alimentos de la caza y regían su vida por las estaciones naturales del año: Comían carne durante todo el año, las vainas y renuevos de plantas las comían en la primavera, y las semillas las añadían a su dieta en el verano, y para el otoño lo que prevalecía para comer eran las frutas.
Los antiguos nayaritas pescaban, cazaban, cultivaban plantas y recogían y procesaban vegetales, elaborándolos de diferentes maneras para alimentarse diariamente.
El hecho cotidiano de comer no se restringía, como en los pueblos más primitivos, a obtener lo que su medio natural les ofrecía. ¿De dónde llegaron aquellos primeros “concheros”?… Nadie aun ha respondido a esta pregunta.
Cuando llegaron por vez primera los españoles a esta tierra –Francisco Cortés de San buenaventura-, allá por el año de 1524, constituían ya una muy numerosa población dispersa en toda la costa y altiplanicie del ahora Estado de Nayarit, divididas en diversos grupos étnicos y con lenguajes y costumbres diferentes, pero hermanados en gran parte por la alimentación que consumían.
Estos antiguos pobladores contaban ya con una gran variedad de productos y de platillos, a pesar de que muchos historiadores e investigadores nos señalan que tan solo tenían una cocina limitada.
La dieta de los “nayaritas prehispánicos”, tenía como base una “tetralogía” de productos, es decir, se sustentaba en cuatro productos básicos, que eran: maíz, chile, calabaza y frijol.
El maíz proporcionaba la base energética, el chile y la calabaza las vitaminas y el frijol la proteína; pero la gran variedad de sistemas ecológicos que esta tierra tenía y tiene aún, y la adaptación humana a ellos, les permitió el poder aprovechas también de una abundante flora y fauna. Comían aves, peces y gran variedad de productos acuáticos, así como animales silvestres y algunos domesticados.
Cazaban y comían venados, pecaríes –que les llamamos jabalís, por ser muy parecidos al jabalí europeo-, zorrillos, mapaches, zarigüeyas, tlacuaches, tejones, armadillos, iguanas, culebras, guajolotes y perros.
El pecaríes, tenía una carne parecida al del cerdo, desconocido en aquella época para aquellos primeros nayaritas, pues el cerdo lo trajo a Nayarit Don Nuño Beltrán de Guzmán.
Tanto los pecaríes como los zorrillos, tienen unas glándulas que, de no quitárselas, apestan la carne. Estas glándulas, ubicadas en la espalda del pecaríes y en la región anal del zorrillo, expelen un líquido fétido y penetrante, por lo que los antiguos cocineros nayaritas, debían de retirarles dichas glándulas inmediatamente después de haber sacrificado al animal, sino querían que se les contaminara toda la carne y apestara. Los nombres de ambos animales fueron señalados con nombres náhuatl y así reconocidos. Al pecaríes se le llamaba “coyámetl” y al zorrillo “épatl”.
De los armadillos, muy poco conocemos y no contamos con ninguna fuente que nos hable de cómo lo preparaban aquí en el actual Estado de Nayarit, para comerlo. Solamente encontramos una borrosa anotación de que el señor Obispo Landa los había descrito de la siguiente manera:
“…es un lechoncito recién nacido con manezuelas y hocico y es gran hozcador, está todo cubierto de graciosas conchas que no parece sino caballo encubertado, con sólo las orejuelas y los pies y manos fuera, y su pescuezo y testera cubiertos de conchas; es muy bueno de comer y tierno”.
El nombre del armadillo fue también dado en náhuatl y era el de “ayotóchtli”, que significaba: “conejo-tortuga”, debido a que su tamaño era el de un conejo, pero poseía la caparazón parecida a una tortuga.
(Enrique S. De Aguinaga Cortés. Historiador-Investigador Ayuntamiento de Tepic. SUTSEM).