Van las tres carabelas enfiladas
sobre la grupa virgen de los mares,
sin sospechar que suerte de avatares
esconde la revuelta marejada.
Ya está toda neurona enajenada
de la tripulación, las potestades
de Colón y sus regias Majestades,
por el temor, se encuentran desahuciadas.
Casi hay motín a bordo. ¡En los navíos
harta es la hostilidad!, Colón se aferra
a su fe y a su Dios con desvarío.
Cuando ya es inminente que la guerra
inicie, por la turba en desafío…
Se oye el grito de Triana: ¡Tierra! ¡Tierra!
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