Amado Nervo el poeta del amor

El 24 de mayo de 1919, después de cuarenta y nueve fecundos años de existencia el corazón del bardo dejo de latir. Había nacido en Tepic el 27 de agosto de 1870 en el seno de una familia de clase media y desde temprana edad manifestó su vocación que, en años más tarde lo llevará a ser el más universal de los poetas mexicanos.

Pocos poetas en el mundo tienen la fama de ser tan populares como Amado Nervo, La concepción del Poeta y fundamentalmente su grito lirico, no es sino una confesión en voz alta, una actitud frente a la vida, una posición filosófica y el hombre mezcla de júbilo y llanto, en coincidencia con el pensamiento de Protágoras de Abdea y los Sofistas Griegos, es “La medida de todas las cosas’’.

Nervo es incluso más recordado que el inmenso nicaragüense Rubén Darío, a quienes todos coinciden en considerar padre y figura máxima del modernismo, del que ciertamente, Amado, formo parte junto a una pléyade en la que destacan por mérito propio: Manuel Gutiérrez Nájera, Luis G. Urbina, Salvador Díaz Mirón, José Juan Tablada, Ramón López Velarde y otros que sería prolijo enumerar.

Paradójicamente el tepiqueño es más conocido y estimado en el extranjero que en su propio país, y la paradoja es mayor cuando se constata que Nervo es infinitamente menos leído en Nayarit que en las demás entidades de la República Mexicana.

Los lectores de la poesía nervina coinciden al opinar, que su asiduidad se debe más que nada a la identificación que sienten con el aeda en el universal e imperecedero tema del amor, donde el objeto de este y el ser amado coexisten en el mismo plano de la sublimidad y de la idealidad, lo que permite a quienes leen a Nervo convertirse en héroes o heroínas, protagonistas o autores.

La universidad de Amado Nervo, radica en la temática múltiple y variada de su obra que consta de miles de poemas y cientos de páginas de prosa fina y vibrante, profunda y anchurosa.
Rubén Darío en un soneto alejandrino dedicado al poeta señala:

‘’ Amado es la palabra que en querer concreta…’’

Amado ama y es al mismo tiempo amado. Ama con la intensidad de la tormenta, con la anchura y profundidad del océano, con la ternura de un ingenuo niño y la grandiosidad del universo.

Encuadrado por voluntad propia dentro del movimiento conocido como ‘’modernismo’’, Nervo, en búsqueda perpetua y procurando siempre apartarse de la escuela romántica, incurrió en el pecado de la constante irregularidad de su labor poética, al grado de que para muchos críticos de su poesía, no es rescatable de su copiosa producción ni siquiera el diez por ciento. No así de su prosa en la que propios y extraños coinciden en que Nervo es sin escatimo uno de los mas esplendidos escritores de su época y tal vez uno de los ms notables y vigentes en nuestros días.

Mal definido como místico, la temática de su obra en verso al hacer un juicio crítico tiene tres fases perfectamente identificables. El arranque de un Nervo desbordado que como el torbellino arrastra tras de sí cuanto a su paso se opone. Un enajenado que no entiende la economía de sus ademanes, gestos y palabras, e inunda con giros vistosos y grandilocuentes los partos poéticos surgidos en noches de vigilia.

El Nervo de la fase inicial es un Nervo testarudo al que no arredran los miedos y fantasmas que después acompañaran al poeta hasta la frontera de la muerta y que incluso, se convertirán en resortes motores del poeta de la Serenidad y Plenitud.

El poeta de la fase intermedia es un hombre maduro asomado al broquel del profundo pozo del amor, al sediento que anhela una gota de la ambrosía del néctar divino de el amor, con que saciar su sed atávica de caricias y deliquios. Es al par antídoto y veneno, es búsqueda y encuentro al hallar en las tranquilas aguas del soñado manantial del amor, donde abreva y así apaga su grito.

En la tercera etapa, el poeta ha llegado a la cima y en ella ascético y sereno espera el encuentro con la única verdadera realidad del hombre: la muerte. Suceso que lo acercará a Dios y realizará el reencuentro con su amada. Danzan en las neuronas del aeda las palabras proféticas de Paul Valery: ‘’Apenas muertos, nos vamos con la velocidad de la luz, a juntar con los centauros y con los ángeles’’.

Amado Nervo, poeta del amor. Del amor anunciado y presentido en la primera etapa. Amor etéreo y realizado en la etapa segunda, testimoniado en los millares de páginas escritas durante los dos lustros de dicha interrena vividos al lado del ‘’Ingenio de Francia’’ y rotos por la guadaña de otro de los amores de Nervo: la muerte, que de tajo arrebata el amor de su vida, su ‘’Amada Inmóvil’’, dándole en heredad una melancolía de la que el poeta no se recuperara jamás. Y el amor de una época final, el amor al Divino Arquitecto, con quien comulgó tan cerca, en la mansa quietud de los días de Zamora.

Octavio Campa Bonilla
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