por: Octavio Campa Bonilla.
Mi vida: sé que te han dicho
que al quererte soy un necio,
que sólo puedo ofrecerte
mis inconquistables sueños,
que para ti, no soy hombre,
que estás perdiendo tu tiempo;
los que eso dicen, sostienen
que en el mundo, los bohemios,
no sabemos hacer nada
si no se trata de versos.
Nací pobre, he sido pobre
y jamás dejaré de serlo,
odio los bienes mundanos
porque el poder y el dinero
hace déspota a las gentes,
les llena de humo los sesos,
y les siega en las entrañas
las fibras del sentimiento.
Con estas ideas absurdas
nadie dirá que estoy cuerdo,
¿Que si estoy loco? ¡Quién sabe!
Pero sobre lo que creo
no hay en este mundo, nadie
que me diga que no es cierto.
El humano es tan imbécil,
que nada más por complejos
nunca hace lo que quisiera
por el que dirán del pueblo;
yo no, yo soy diferente,
y si el cinismo es mi método
es porque odio a los hipócritas
que no hacen esto, o aquello,
por temor que les critique
el mundo, sus devaneos.
Por eso nunca me importa
que digan: ahí va un excéntrico,
ahí va un hombre estrafalario,
y que digan los escépticos
que la dicha no es posible
si no se tiene dinero.
Mi ánimo nunca ha cambiado
y nunca un centavo tengo,
será que soy diferente
porque he nacido bohemio,
o será porque he aprendido
que para vivir contento
solamente es necesario
superar nuestros complejos,
y no hacer caso a quién llega
sin vela alguna al entierro,
soltando a diestra y siniestra
sus inefables consejos:
“que mira, pórtate bien’’,
“que mira que estás haciendo’’,
“que no malgastes tu vida’’,
“que no tires tu dinero,
que si no después que harás
si logras llegar a viejo’’.
¿Por qué para divertirme
he de esperar pase el tiempo?
Si a lo mejor el mañana
que siempre resulta incierto
me depara en el futuro
una lápida de muerto.
Por otro lado… ¿por qué?
¿por qué he de amasar dinero,
y esperar para gastarlo
cuando ya sea un hombre viejo?
¿para que alguien se presente
diciéndose mi heredero,
y lo malgaste en saraos,
francachelas o paseos?
Es por eso que te digo
que no me gusta el dinero,
el dinero es una cosa
que al más probo vuelve necio,
acaba las amistades,
enturbia los sentimientos,
y es como una hiedra mala
que al surco inyecta veneno.
Yo te suplico mi vida
me perdones si te ofendo,
perdona si he sido rudo
por querer serte sincero,
te lo digo por tu bien,
por lo mucho que te quiero,
yo no soy, tu bien lo sabes,
el hombre que te convengo.
Yo soy como el personaje
de José Rubén Romero,
soy un pobre vagabundo
que sueña estando despierto,
y aunque me duela admitirlo,
debo de admitir que es cierto
que no se hacer otra cosa
si no se trata de versos.
Octavio Campa Bonilla
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