¿Por qué me jubilé
si amaba mi trabajo?
Si era feliz poniendo en las labores
mi esfuerzo cotidiano,
si eran mi dicha inmensa
las sonrisas y abrazos
de tantos apreciables compañeros
con quienes compartí
las benditas fatigas del trabajo.
¿Luego entonces, por qué me jubilé?
¿Por qué dejé el refugio
en que por largos años
transcurrió lo mejor de mi existencia?
lugar que ahora extraño
si la nostalgia, a veces,
me obliga a recordarlo.
A gozar la pensión que yo disfruto,
hoy sé cuales motivos me orillaron:
el ímpetu de tiempos juveniles
escapó de mi cuerpo
sin poder evitarlo;
me cansó la rutina
de los últimos años;
pero hay otro motivo poderoso
para estar jubilado,
y es que el trabajo consumía las horas
y al hogar regresaba ya cansado…
me privé de la risa de mis hijos,
no los miré crecer, porque a su lado
pasé muy poco tiempo,
y eso jamás podré recuperarlo.
Hoy que vivo el presente
y es el tiempo mi aliado,
yo soy el jefe en mi jornada diaria,
soy el que distribuye los horarios,
el que mira la vida con el júbilo intenso
que solo dan los años.
Y si no pude entonces
otorgarle a mis hijos el tiempo necesario,
hoy rodeado de nietos
a los que adoro tanto,
me prodigo en cariño y atenciones
para abonar un poco
a la deuda adquirida aquellos años.
Hermanos entrañables,
amigos jubilados:
brindemos por la gloria de estar vivos,
por la vida que el cielo nos ha dado,
por la ventura de nuestras familias,
por todo lo que amamos,
y que Dios nos conserve
saludables, felices,
por muchos, muchos años.
Octavio Campa Bonilla
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