Preciso de tu venia
Amado peregrino,
para intentar glosar en un poema
la insondable grandeza de tu oficio.
Es tan vasta tu obra
a pesar de lo breve de tu sino,
pues para este juglar es un enigma
que en menos de diez lustros
tu numen portentoso haya parido
el enorme caudal de pensamientos
que el universo aplaude
después de más de un siglo.
Estoy aquí, en tu tumba,
a donde te trajeron tus pasos peregrinos,
que luego de vivencias europeas,
cuando en el Mar del Plata eras Ministro,
en Uruguay la parca te dio alcance
y fue en Montevideo
donde exhalaste el último suspiro.
Peregrino del mundo…
fue Tepic el principio,
después sería Jacona, enseguida Zamora,
que nutrieron tu espíritu;
entonces, el destino, con disfraz de infortunio
te hizo tornar al nido,
pero el lapso fue breve
pues muy pronto enfilaste hacia el pacífico.
Mazatlán te arropó en sus carnavales,
el Correo de la Tarde dio cobijo
al joven periodista, que en tres años
se hizo experto en las lides del oficio.
Con tu peregrinar a la metrópoli
diste sin duda un paso sustantivo,
y tu viaje a Paris fue el corolario
que a la inmortalidad te abrió el camino.
Tu encuentro con tu amada,
y esa legión de amigos
ilustres, importantes,
plenos todos de brillo,
y esa terquedad tuya imperturbable,
ese quehacer prolijo
con que bregaste en todas direcciones
conforma nuestra herencia,
que fue de mis abuelos y mis padres,
y hoy es de mis hermanos y mis hijos.
Aquí estoy en tu tumba
intentando escribir tu panegírico,
pero es torpe mi mano
y requiere el permiso,
esa venia poeta
que humildemente solicité al principio.
Aquí poeta Amado, poeta universal,
al pie de tu sepulcro te suplico:
me des solo una chispa de tu numen
para que pueda concluir mi escrito.
Soy un pobre juglar,
un aprendiz tan solo,
soy alguien que al leerte y releerte
se ha vuelto tu discípulo.
Hoy elevo mi voz hasta el arcano,
donde moran las almas ajenas al bullicio
y al trajinar del mundo,
de este convulso mundo en que vivimos,
Tú que moras entre ellas
porque te fuiste en paz
bendiciendo a la vida,
pues lo que recibiste fue justo y merecido,
que amaste y fuiste amado
y fuiste el arquitecto de tu propio destino…
Al pie te tu sepulcro poeta universal,
a nombre propio y de todos tus lectores
desde el fondo del alma te bendigo.
Octavio Campa Bonilla
Leído ante la tumba del poeta Amado Nervo, Panteón de Dolores 14 de Noviembre de 2015
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