A la memoria de Luis Alberto Ulloa Lucachín 1960 – 2016
por: Octavio Campa Bonilla
De pronto apareciste
y quise ser tu amigo.
Tenías la fuerza cósmica de un rayo
y aunque eras astro joven
traías tu propio brillo.
De tus primeros logros
pude dar testimonio
como simple testigo,
y nació entre nosotros en aquellos ayeres
-como si fuese cosa del destino-
una mutua corriente de empatía,
que el padre tiempo transformó en cariño.
Fuiste mi camarada, mi maestro,
y también mi discípulo,
fuiste además mi intérprete,
y en muchas ocasiones
nuestro sueño fue el mismo.
Empatamos quimeras,
y las primicias de tus núbiles cantos
compartiste conmigo,
y te miré crecer y tu talento
fue como árbol frondoso
que se pobló de trinos.
Te vi salir triunfante
en miles de combates
a pesar de los golpes que a mansalva
le propinó el destino.
Luego te vi vagar entre las sombras
como un ser solitario que no encuentra su sitio,
y te vi derrumbarte
y levantarte estoico,
y a pesar de la angustia
proseguir el camino.
Cada vez la batalla fue más ruda
y tu alma atribulada cargada de silicios,
vio una grieta perdida en la distancia
y por esa rendija volaste al infinito.
Febrero 1 de 2016
Octavio Campa Bonilla
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