Poeta tepiqueño
Amado, bienamado,
dame un poco de numen
para adornar mi canto;
para decirle al hombre
chispa irredenta hermano de los astros,
hijo del parto cósmico
surgido a la existencia del polvo milenario,
que su tránsito efímero en el planeta tierra
casi llega al ocaso.
El hombre, el ‘’homo sapiens’’
deja el sitial logrado
y desciende a la altura de un primate,
ha puesto su intelecto,
su vigor y sus manos
al servicio del sátrapa comprador de conciencias,
cambio el imperio alado
por un par de pezuñas,
trocando un paraíso por un reino bastardo.
No imagino Alighieri
en su dantesco infierno sentirse superado,
para dar testimonio de este triunfo del hombre
las víctimas del átomo
pasan lista de ausencia:
Nagasaki, Hiroshima,
dos pueblos inmolados
son perpetuos testigos
de que el Dante ha perdido
su infierno en nuestras manos.
¿Por qué sembrar misiles
en pos de un holocausto?
¿Por qué alentar discordias y luchas fratricidas
entre pueblos hermanos?
¿Por qué los indefensos
si nada cometieron deben pagar pecados?
¿Por qué sigue existiendo
en el siglo XXI el comercio de esclavos?
¿Por qué hay leyes injustas
que apartan a los negros de los blancos?
El hombre es una mezcla de júbilo y de llanto;
anidan en su alma inescrutable
las más bajas pasiones
y el fermento latente de los siete pecados.
Pero también coexisten en su espíritu
las más raras virtudes,
insólito milagro
que permite a los hombres
fundir virtud y vicio en un binomio extraño,
prendiéndole devoto la vela del Altísimo
al mismo tiempo al diablo.
Dame Señor Poeta
tu cósmico lenguaje,
concédele a mi mano transitar las estrofas,
y en el lenguaje alado
herencia de Cervantes
deja que fluya el canto.
Es menester poeta
pulsar las fibras buenas de los seres humanos;
la voz del Nazareno se ha perdido en el páramo,
el estigma del odio,
la violencia y la envidia señorea los espacios;
sigue el hombre el impulso de la bestia
que por dentro llevamos
y el hecho se repite:
Caín, con furia ciega
inmola a Abel, su hermano.
No todo está perdido
poeta, sin embargo,
aún hay corazones que escuchan extasiados
los murmullos del agua y el trino de los pájaros;
existen por fortuna todavía seres sensibles
a los que conmueve el sencillo milagro
de cada atardecer y cada aurora,
el vaivén imbatible del océano,
la sonrisa de un niño, y la sutil crisálida
que por arte de magia se transforma
en un pincel alado.
Por eso es que te pido
poeta bienamado
una chisma de numen para adornar mí canto,
y así poder decirle
a todos mis hermanos
que el odio es un camino sin salida,
nada que no resuelva la palabra
podrá arreglarse en base a los disparos,
y que el amor lo es todo,
el amor por la vida,
la vida milagrosa que nos sorprende a diario,
y que a pesar de todos los afanes
por causarle quebrantos,
como madre amorosa nos cobija en sus brazos.
El amor por la vida
a no dudar es el amor más santo;
de él debe carecer el que proclive al crimen
siembra y cosecha llanto:
como los terroristas, los especuladores,
los malos funcionarios,
los caciques, los sátrapas,
los pillos, los malvados,
los que ordenan masacres
y con golpes de Estado
se reparten el mundo,
los que tienen al pueblo sojuzgado
con férreas dictaduras,
perpetuos violadores de derechos humanos.
Pero esos, bardo amigo,
son tan sólo un puñado,
por fortuna, los buenos son millones,
el hombre pese a todo,
sigue amando la vida porque aún lo conmueve
el canto de los pájaros,
la voz de los arroyos, el murmullo del viento,
la queja del inválido,
la risa de los niños, el rezo de una madre
y el rumor repetido del océano.
Todavía tiene el hombre
la ternura precisa para elevar su canto
mientras ara la tierra con sus morenos brazos,
cuando transforma el mundo
a cincel y martillo con su trabajo diario,
cuando cambia su voz en alfabeto
en un pueblo olvidado,
y en el sudor bendito de su santa fatiga
moja el pan cotidiano.
Poeta nayarita
Amado, bienamado,
dame un poco de numen para adornar mí canto,
para decirle al hombre
chispa irredenta hermano de los astros,
hijo del parto cósmico
surgido a la existencia del polvo milenario,
que si su voz no eleva por encima del viento
y encamina sus pasos
en pos de la concordia
que las naciones todas de la tierra
buscan como reclamo…
su presencia en el mundo
no tiene otro sendero que el ocaso.
Octavio Campa Bonilla
Fotografía de Carlos A. Martínez Plata
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