Por: Octavio Campa Bonilla.
Conocí a Santiago Genovés la primavera de 1990, aunque debo precisar que por esas fechas ocurrió nuestro primer contacto físico, pues del intrépido Ibero, sobradamente sabía con antelación a esa fecha, merced a sus fantásticos viajes en balsa, en 1969 y 1970 cruzando el Atlántico, a bordo de las frágiles embarcaciones construidas con papiro, travesías realizadas en compañía de científicos y aventureros comandados por el noruego Thor Heyerdahl, que ya en 1947 había surcado el Océano Pacífico desde el Perú hasta islas Raroia de la Polinesia, en una réplica de la legendaria Kon-Tiki.
Santiago Genovés, además de ser el más mexicanos de los españoles contemporáneos, es poseedor de una personalidad cautivadora; mediano de estatura, rostro rubicundo, cabello castaño ligeramente ondulado, ojos claros, mirada escudriñadora y sonrisa ancha y luminosa.
Directo en sus juicios, Genovés no es de los que le dan vuelta a los asuntos, y sus verdades -la mayoría irrebatibles-pegan tan duro como las balas de goma con que la patrulla fronteriza del vecino país del norte, acosa a nuestros connacionales, ante la mirada complaciente de la autoridad mexicana.
Bastó el intercambio, de algunas frases para que operara una empatía recíproca, que luego se tornó sólida amistad en el curso de los días, relación afectiva que tiempo y distancia han fortalecido.
En cuatro distintos acontecimientos Nayarit tuvo la fortuna de recibir al Dr. Santiago Genovés Tarazaga: “el Encuentro Internacional de Etnias de Oriente y Occidente”, “la Feria de la Mexicanidad”, “el Eclipse de Sol en 1991” y el “Coloquio San Blas de Nayarit y sus migraciones” eventos en que la gracia y el talento de Genovés acapararon la atención de propios y extraños.
No fueron, sin embargo, las brillantes intervenciones de Genovés Tarazaga en los eventos citados las que calaron hondo en mi espíritu, sino las eventuales charlas en los recesos, o los deliciosos momentos que compartí entre sorbos de café, con un interlocutor capaz siempre de oír y hacerse oír, espécimen extraño en una sociedad que, o habla hasta por los codos sin soltar jamás la palabra, o escucha imperturbable sin responder ni por casualidad.
En Genovés Charlar o escuchar es regocijo, pues su capacidad de asombro es tal, que basta mirarle al rostro para percatarse de que al hablar, al oír, su cara se transforma adquiriendo una enorme variedad de matices, que van de la ternura al júbilo, de la sonrisa al desconcierto y entonces uno se convence que en el interior de esa extraordinaria persona hay una feria o todo un parque de diversiones.
Nacido el 31 de diciembre de 1923 en Orense, Provincia Autónoma de Galicia, la emigración de intelectuales españoles, lo trae a México pues sus padres salen de España huyendo del terror franquista cuando Genovés no cumplía los 15 años, rescatándolo de un campo de concentración integrado por prisioneros de la guerra civil que enfrenta aquella nación. Al adquirir la mayoría de edad se naturaliza mexicano, entre tanto culmina la carrera de antropología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Y luego cursa un Doctorado en ciencias antropológicas, en la Universidad de Cambridge, Inglaterra.
Su Galicia, estuvo permanente en sus labios en todas nuestras charlas, esa Comunidad Autónoma cuya capital es Santiago de Compostela y que está formada por las Provincias de La Coruña, Lugo, Pontevedra y su natal Orense, de terrenos montañosos y valles por donde escurren El Miño, El Sil y El Lima, famosa por sus vinos de Ribeiro y Valdeorras.
Genovés Tarazaga me confió que en el éxodo español provocado por la absurda guerra civil “perdieron los buenos y ganaron los malos. Y tu país que hoy también es el mío fue enorme y generoso, al darnos refugio a través del general Lázaro Cárdenas y eso hay que repetirlo siempre “.
Fue en una de esas conversaciones que Santiago, poniendo énfasis a sus palabras me lanzó una serie de preguntas, que más parecían rotundas afirmaciones.
-¿Te has percatado de lo enredada que está la historia nacional de nuestro México? ¿No sé te antojan extrañas sus constantes contradicciones, amén de sus múltiples y desafortunadas paradojas?
Y sin dar tiempo a réplica expuso los argumentos que daban respuesta a sus interrogantes.
Empecemos por don Cristóbal Colón, ese enigmático personaje en el que nadie coincide plenamente sobre su lugar y fecha de nacimiento. Hay quienes aseguran que su cuna es Génova. Los hay quienes remiten su nacimiento a una región de Portugal, y no son pocos los que sostienen que Don Cristóforo vio la luz primera en las Vascongadas. En cuanto a las fechas de su arribo al mundo, son tantas y tan disímbolas, que prefiero evitarlas. ¿Italiano? ¿Portugués? ¿Vasco? ¿Sefardita? ¡Sepa la bola! El Almirante del mar océano, se fue a la tumba en Valladolid, España, en 1506, llevándose el secreto de su pedigrí.
-Resulta pues que el inefable Colón, convence a la Reina Isabel de Castilla para que le patrocine un viaje a ultramar, que alberga la expectativa de encontrar una ruta más cercana a las Indias de Oriente, con lo que abaratará el costo de la especiería que se producía únicamente en aquellos lejanos lares. Entonces el intrépido navegante se lanza a la aventura, seguido de una mesnada de turiferarios y gentes de la peor ralea y… ¡Zas! que se les atraviesa este continente, y debido a ese error a vuestros antepasados les llaman indios.
-Luego en 1518 arriba a la que después se llamará Nueva España, don Hernando de Cortés, lo acompañan 322 peninsulares de los que 185 son gente de tropa, y los restantes: clérigos, escribanos, caballerangos, mozos y uno que otro colado, que sin oficio
Hernando de Cortés
alguno se agregó a la expedición… y ahí está otra paradoja más, ¿Crees que con este diezmado ejército, Cortés derrota, sojuzga y esclaviza a la Nación Azteca, que era ni más ni menos la cultura más sobresaliente de todo Mesoamérica? ¡Patrañas! la conquista no la realizan los españoles Octavito, la realizan los indios, los indígenas tlaxcaltecas y chichimecas, y… ¡Sopas! tres centurias de dependencia y esclavitud de la corona española.
-Luego viene lo más morrocotudo como decimos acá, la independencia, ese extraordinario movimiento emancipador que acabó por cancelar la tutela Europea, convirtiendo a nuestro México en nación libre e independiente, sólo que esa independencia no la realizaron los mestizos ni los indígenas, si no los españoles, los españoles criollos y los españoles que como Francisco Javier Mina, se aliaron al bando insurgente para lograr la codiciada independencia mexicana.
-Ya verás si está enredada nuestra historia… Nos descubren por accidente o casualidad, nos conquistan los indios y nos independizan los españoles.
Santiago Genovés Tarazaga hizo una pausa, bebió el último sorbo de su café y sin dar tiempo a la catarsis, dio por concluida nuestra charla.
A 22 años de distancia de esa revelación, sigo considerando, como Genovés, que la historia nacional de nuestro país está enredada y condimentada con desafortunadas paradojas que lo convierten en algo “inextricable” como lo señala en su obra el historiador jalisciense José López Portillo y weber.
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